Una Argentina polarizada

La economía de los dos dólares y las dos inflaciones

Si hay un dato incontestable de la realidad argentina de los últimos 10 años es la profunda división entre los que apoyan en el gobierno y los que se oponen. Todo el que venga del en torno al kirchnerisme puede -a priori- ser objeto de cuestionamientos de sus detractores, y el mismo en sentido inverso. La economía, por supuesto, no se escapa de este escenario.

Desde la recuperación de la democracia, el 1983, la economía argentina sufrió las consecuencias de la nefasta herencia del gobierno militar, principalmente en cuanto a la deuda externa. Durante la presidencia de Raúl Alfonsín (1983-1989) la pérdida de valor de la moneda generó nivelesde hiperinflació incontrolables. Después, durante la administración de Carlos Dirigimos (1989-1999), se va reinstaurar lo peso y se estableció su paridad 1 en 1 respecto al dólar. Dirigimos hizo una política claramente neoliberal, en sintonía con varios países de la región. Privatización de servicios públicos y reducción del estado se añadían a una política comercial de apertura sin precedentes, pero con graves consecuencias. La debacle económica, política e institucional del 2001 fue el resultado de una serie concatenada de errores y de falta de planificación. El famoso corralito dejó marcas profundas a la sociedad, e hizo caer bajo mínimos la confianza en el sistema económico argentino.

Después de la crisis del 2001, el panorama en Argentina era de una economía en suspensión de pagos, un sector industrial destruido, cerca de un 22% de paro, el sistema de pensiones devastado y una clara falta de oportunidades, sobre todo para los jóvenes. El país que recibió Néstor Kirchner el mayo del 2003 había tocado fondo, pero el contexto internacional ayudó a una recuperación gradual. El acercamiento regional dejó atrás una década marcada por las íntimas relaciones con los Estados Unidos y alejada de sus vecinos sudamericanos. La alza de los precios generó enormes ingresos al estado, que con una política social más activa consiguió un cierto nivel de crecimiento y de reducción de la pobreza, mientras se reestructuraba la deuda pública. Sin embargo, ya a inicios del segundo periodo de gobierno de Cristina Fernández (que ganó las elecciones el 2007 y el 2011), los precios internacionales empezaron a caer y con esto la disponibilidad de divisas.

La falta de alternancia política propició altos niveles de clientelisme y generó una sensación de apropiación de las estructuras del estado por parte del aparato kirchnerista. La desaceleración económica dejó a cuerpo descubierto la escasez de divisas, y a finales del 2011 se limitó la compra de moneda extranjera. La consecuencia inmediata fue la creación de un mercado paralelo de compraventa de divisas y la esvoranc entre las dos cotizaciones ha generado un enorme mercado especulativo, cosa que precisamente quería evitar el gobierno.

La inflación, que desde el 2011 no baja del 20% y se prevé que acabe el 2015 alrededor de un 25%, se ha convertido en uno de los principales problemas del país. El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos ha sido objete constando de críticas por parte de sectores opositores, acusado de no reflejar la realidad no sólo en cuanto a los precios sino también en relación a otras variables. Por eso, con frecuencia, se habla de los datos oficiales y los datos reales.

Según el FMI la economía argentina seguirá estancada hasta finales del 2016, a causa fundamentalmente del bajo nivel de precios de los productos (especialmente los agrícolas). Para el 2015 se prevé un crecimiento del 0,1%, mientras que la previsión para el 2016 es del 0%. El nuevo gobierno que salga de las urnas heredará una economía desacelerada y tendrá que reducir la inflación, generar confianza de inversores locales y extranjeros, dar más apoyo al sector industrial, levantar algunas de las trabas que sufre el sector rural, combatir el paro no registrado y fundamentalmente reducir los niveles de polarización existentes a la sociedad argentina, donde el debate entre ser K o anti-K ha invadido todos los ámbitos de discusión.